Una niña rara...

    No recuerdo cuándo fue la primera vez que vi a un espíritu, imagino que desde bebé estarían rondando mi cuna. Constancia no tengo pues hay muchas lagunas en mis recuerdos infantiles. Sí que recuerdo jugar a peinar o vestir a mis muñecas mientras otras niñas hablaban conmigo en mi cuarto. Era tan natural... no necesitaba salir a la calle a jugar o ver la tele. El caso es que cuando mi madre me decía que saliera a jugar afuera con las niñas, prefería quedarme "sola" en mi cuarto. Mis hermanas son mayores que yo, y alguna vez se reían de mí, cosa que me hizo más introvertida.
    Un día, conforme iba siendo más mayorcita, me di cuenta de que mis "amigas" sólo las veía yo y que pensarían que estaba loca. Así que cuando venían, yo miraba para otro lado y les decía que se fueran de allí. Cerré mi mente al darles la espalda, aunque nunca me dejaron.
      Cuando mis hermanas se iban casando y se fueron de casa de mis padres, me quedé con aquel cuarto gigante para mi sola. Y claro, al estar sola, las llamadas de atención de mis fantasmas se hicieron más patentes. Golpes en la pared, en los muebles, arañaban las paredes, que estaban empapeladas, abrían cajones, armarios, escondían mis zapatillas, encendían las luces de mi cuarto en mitad de la noche, y,  a veces me tiraban de las sábanas o del pelo. Y claro, comencé a tenerles miedo. Los que eran mis amigos, de repente, no dejaban de molestarme. Pasé años así, y sobre todo en la adolescencia, que fue horroroso. Tenía mucho miedo por las noches. Creo que se lo conté a alguna amiga, pero me decían que estaba loca, así que me lo iba quedando para mí.
       Con quince o dieciséis años, murió mientras dormía una tía de mi madre. La pobre, no le dio tiempo a despedirse, y tenía problemas con única hija, que le había estado dando la espalda durante muchos años. Y de repente, mi Tía Encarna, empezó a aparecérsele, tanto en sueños, como despierta. Y cuando la hija venía a casa de mis padres, todos sentíamos un abrazo, y veíamos moverse la cortina,  olíamos un extraño aroma de flores o rosas, y cosas así. Su hija tenía mucho miedo y le puso velas, altares, llamó a videntes y para-psicólogos... pero hasta que ella no quiso irse, o arregló sus asuntos pendientes, no hubo nada que hacer. Nosotros, mis padres y yo,  no teníamos miedo, al contrario, nos daba gusto pensar que mi tía estaba con nosotros. Creo que ese fue el primer contacto que he tenido y que no me hizo sentir mal. Lo recuerdo como algo alegre y digno de contar.
       A partir de ahi, empecé a verles con el mismo miedo que pena, por que ellos están ahi y no pueden hacer nada, sólo mirarnos, aunque eso no quita que me diesen cientos de sustos.


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